Este pasado verano y después de casi 20 años volví por Zamora, casi como por casualidad.
Aunque gallego, con Zamora guardo una estrecha relación ya que padre es de los que nacidos en Zamora en los años del desarrollismo se trasladaron a Vigo. Y años más tarde aparezco yo. De Zamora, como os podeis imaginar tengo recuerdos de largas temporadas estivales y semanas santas variadas. Y uno de los recuerdos es el entorno del castillo de Zamora: jardines y un castillo cerrado y muy degradado. Ya de aquella tenía inclinaciones por la medievo y por el románico y me quedó la espina clavada de nunca poder visitarlo.
Este castillo fue construido hacia mediados del siglo XI por el Rey Fernando I, primer rey que unificó las coronas de Castilla y de León. Nunca fue como algunos otros un castillo palaciego, sino que su función siempre fue defensiva y militar. Se encuentra en un enclave elevado en la confluencia del Duero y su afluente el Valderaduey. Con el paso de los siglos, bajo el reinado de Felipe V se convirtió en un fortín artillero. Posteriormente tuvo diferentes usos, entre ellos cárcel degradándose con el paso de los siglos. Y no es hasta el 2009 en que reabre sus puertas con la inauguración del espacio expositivo Baltasar Lobo, Castillo Centro de Arte.
El Castillo está rodeado de un profundo foso y presenta una planta romboidal con tres torres de gran espesor, dos de ellas pentagonales y una tercera heptagonal.
Es un lugar que tuvo una importancia muy grande en la historia de la Edad Media y de la reconquista. Los hechos originarios que desencadenaron el destierro de El Cid a raiz del juramento de Santa Gadea, ocurrieron en las murallas de Zamora. No os quiero aburrir con el juramento, Alfonso VI y el destierro del Cid, podeis ver la película protagonizada por Chartlon Heston y os podeis hacer una idea.
Pero si que os contaré la leyenda que existe entorno al Castillo de Zamora y concretamente una de sus puertas la llamada Puerta de la Traición.
La leyenda de la muerte de Sancho II en Zamora y la puerta de la traición
A la muerte del Rey de Castilla Fernando I (1065), éste dejó repartido su reino entre sus hijos: Galicia para Don García, Castilla para Sancho II, León para Alfonso VI, Toro para Doña Elvira y Zamora como Reino de Doña Urraca. Según la tradición, el Reino correspondía al hijo mayor, en este caso Don Sancho, quien naturalmente se negó a aceptar el testamento, y arrebató Galicia a Don García, haciéndole prisionero y su hermano Alfonso tuvo que huir a Toledo bajo la protección del rey moro Mamum.
Después de tomar Toro, Sancho II puso cerco a Zamora, “la bien cercada”, y su muralla resistió el asedio durante más de 7 meses. Un buen día, Bellido Dolfos, un gallego que se encontraba en Zamora, salió de la ciudad y se declaró vasallo de Don Sancho, quien le tomó bajo su protección. Un día, con el pretexto de enseñar al Rey Don Sancho una puerta por donde entrar en Zamora y romper su cerco, se alejó con él del campamento sin más compañía. Ya alejados del campamento, Bellido Dolfos aprovechó para apuñalar a Sancho II y emprender una veloz galopada hacia una puerta de entrada que aun hoy es conocida como Puerta de la Traición. Dice la leyenda que El Cid, que presenció la escapada desde lejos, montó precipitadamente a caballo, sin tiempo para calzarse las espuelas, pero no pudo alcanzarle quedando su lanza clavada en las hojas de la Puerta de la Traición.
Muerto Sancho II, después vendría la coronación como rey de su hermano Alfonso VI, el juramento de Santa Gadea y el destierro de El Cid… por cierto al traidor dice la leyenda que también lo ajusticiaron.
Zamora, una ciudad pequeña, tranquila y con un castillo que merece la pena visitar y de la que se guardan muy gratos recuerdos.
